Para empezar os voy a contar mi historia de cómo comenzó a manifestarse en mí la ansiedad.
Todo comenzó con pulsaciones altas, falta de apetito , me sentía mareada , tenía sed a todas horas…y que decir del dormir ¡Hola insomnio! No entendía que me estaba pasando, ¡seguro que estoy mala! es normal estar inquieta y no dormir, soy joven y tengo que empezar a buscarme la vida ¡Que ya toca!
Eso no fue todo, ni mucho menos, empecé a cancelar planes con mis amigos y a no acudir a grandes eventos porque me pasaba el día enferma… será el cambio del tiempo en Febrero, ya se sabe, ¡que frío hace y que de virus hay! Después de seguir ignorando lo que me ocurría, un día decidió que era hora del primer ¡ataque de pánico! Sí amigos, no sé cuantas veces desde ese momento sentí que me iba a morir... ¡Qué sensación tan desagradable! Pues nada, como estoy enferma mejor empiezo a dejar de hacer cosas que suelo a hacer, pero voy a seguir con mi rutina, al menos coger un tren o darme un paseo con mi perro… ¡Vaya! Si me monto en un tren, salgo corriendo hacia casa y si bajo a mi perro a dar un gran paseo, me siento mareada... ¿¡QUÉ ME ESTÁ PASANDO!?
Ya no podía más, así que paré y busqué ayuda en profesionales que me enseñaron que realmente la ansiedad llevaba en mí más tiempo del que yo pensaba ¡si, si! resulta que llevaba dándome señales de su existencia desde que era adolescente, en esos momentos la tapaba con comida, luego con alcohol y así sucesivamente, encubría todo con excesos ¿Para qué escucharla, si podía callarla?
En definitiva, lo que he aprendido de la ansiedad es que te está diciendo que algo no marcha bien en tu vida y es hora de cambiar, de pensar en tí y de cuidarte más, aprender a decir ¡No! Y sobre todo, vivir el ahora, vivir el presente y ¡disfrutarlo!
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